LAS DOS CARAS

      Establezcamos algo. Es necesario diferenciar lo que es la mente de lo que es la vida. La vida quizás esté más allá de la mente y no es lo mismo usar la mente al servicio de la vida que la vida al servicio de la mente.

    Cuando hablo de la mente me refiero al ego, a los condicionamientos aprendidos, vividos, o como haya sido que se generó cualquier idea a partir de la cual pienso algo. Ahora bien, sucede que la mente se resiste, quiere imponer sus puntos de vista, quiere permanecer inmóvil aunque haya ilusión de movimiento, quiere convencer a los demás de que tiene razón de que es así y así no es nada. Ni siquiera esto que escribo tal vez, ¿quién puede saberlo? No creo que sepamos nada… Aunque algunos saberes pueden servir de algo y esto que expreso tiene la finalidad (quizás no sea sólo una) de poder diferenciar, de poder ser consciente de quien está mandando cuando uno hace algo: ¿la vida o la mente?

    Cuando hablo de “las dos caras” veo la imagen de un árbol o de una planta. Las raíces en la oscuridad y la planta en la luz, en contacto con el sol, con el aire con la vida. La luz y la oscuridad, dos caras necesarias que no existen la una sin la otra. Tomando este ejemplo, podemos pensar en el humano, en sus dos caras, una en la oscuridad y otra en la luz. Creo necesario conocer la oscuridad y conocer la luz para luego poder elegir, si uno va a vivir en las raíces o en las hojas, tallo, flores… Esta es una simple metáfora que intenta hacer alusión a algo que quizás no podamos comprender pero hacia lo que podemos apuntar, como cuando una planta crece hacia el sol. Creo que es necesario respirar, detenerse, contemplar. Meditar, disminuir lo más posible el volumen de las voces de nuestra mente (con las que nos solemos identificar) para poder usarlas a favor de la vida.



Por Cristian D. Olivé


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